En 1968, Xavier Corberó compró un terreno en Esplugues de Llobregat para, según sus propias palabras, “hacer poesía”. A partir de nueve estructuras deterioradas, comenzó a construir un espacio laberíntico de 300 arcos de cemento y madera que destila surrealismo y recuerda a las pinturas de Escher. Hoy en día, esta obra más escultural que arquitectónica, de 15.000 metros cuadrados, nueve edificios y 25 espacios independientes es uno de los secretos mejor guardados de Barcelona.
Xavier Corberó, una vida entre artistas
Nacido en la Ciudad Condal en 1935, Corberó creció en un ambiente artístico; pues su padre fue uno de los fundadores de la escuela Massana y tenía contacto estrecho con artistas del momento. Aprendió a trabajar artesanalmente los metales en el taller de herrería de su abuelo Pere Corberó, quien colaboró con Gaudí y Stravinsky entre otros. Años después, estudiaría en la Central School of Arts and Crafts de Londres para posteriormente trasladarse a Suíza donde trabajaría para la Fundación Médici de Lausana.
Xavier fue el escultor encargado de diseñar las medallas olímpicas de Barcelona’92, las cuales realizó siguiendo los criterios marcados por la Carta Olímpica y la tradición ininterrumpida desde Amsterdam’28 de llevar grabada la imagen de la diosa de la Victoria en el anverso.
Cercano a artistas de la talla de Dalí, Duchamp, Man Ray o Max Ernst, su reconocimiento internacional le llevó a exponer en numerosos países, como EEUU, Inglaterra, Alemania, Suiza, Japón e Italia. Diseñó muebles en Nueva York en los 60 y de vuelta a España, en 1968, empezó poco a poco a idear el concepto de la que sería su obra maestra, la cual imaginó sin planos y atendiendo al lugar y a la poesía.
El surrealismo, la poesía y los juegos de luces y sombras como protagonistas
La Casa Corberó es una obra de arte en sí misma. Se trata de un edificio brutalista habitable, una suerte de casa proyectada como una escultura ya que cada rincón cuenta una historia y evoca una emoción diferente. Una estructura laberíntica con detalles surrealistas que combina elementos de la arquitectura tradicional con un estilo propio y único.
“Es poesía, es música. Como las melodías, me gusta que sea continua, igual que las que se componen en la India o las tocatas de fuga de Bach. Que no se sepa dónde empieza ni dónde acaba, que sea un espacio mental” comentaba el propio artista.
Este “poema” cuenta con una superficie de 15.000 metros, nueve edificios y 6 plantas diferentes dispuestas en torno a un tragaluz acristalado, tan onírica como una pintura metafísica de Giorgio De Chirico. Un total de 25 espacios independientes con escaleras y pasillos que se cruzan y que conducen a diferentes estancias, cada una con una atmósfera y un estilo propio. El surrealismo, la poesía y los juegos de luces y sombras juegan un papel importante en este espacio, donde lo inesperado siempre parece estar al acecho detrás de una puerta cerrada, emerger de un rincón desapercibido o aparecer de la nada.
En su conjunto recuerdan más a una galería expositiva que a un entorno habitable pues alberga más de 400 obras en su interior y en su día incluso un Rolls-Royce de forma ornamental. En toda la casa, las propias obras monumentales de Corberó, a menudo fundidas en mármol y basalto, se muestran a lo grande, al igual que sus obras expuestas por todo el mundo.
Su obra viva a día de hoy
Su obra sigue viva e inspirando a artistas de todo el mundo gracias a sus herederos y su viuda, María Dolores Rica, quien se encarga de preservar su legado y de mantener la casa alquilándola para eventos muy reservados y campañas publicitarias para moda como las realizadas por Miu Miu, Uterqüe o Zara Home. Además, ha sido escenario de los desfiles de la primera edición digital de la 080 Barcelona Fashion Week en pleno confinamiento, así como plató para rodajes como en “Vicky, Cristina, Barcelona” de Woody Allen, o el nuevo vídeo “Vampiros” de Rosalía y Rauw Alejandro. Recientemente, el Ayuntamiento de Esplugues de Llobregat ha comprado la Casa Corberó con el fin de conservarla y convertirla en un equipamiento cultural.
Esta obra única debe concebirse no como un edificio, sino como una escultura; su gran escultura póstuma en la que como el propio artista decía “es un lugar desde el cual se puede ver casi todo para crear un continuo, un lugar en donde el espacio mental, no real, sea lo que importe. Lo que trato de hacer no proviene de la razón, viene de la vida misma. Uso la razón para lo que construyo no se caiga en pedazos, pero los motivos detrás de todo el resto son estéticos, éticos y divinos”.
Fuente foto: Ayuntamiento de Esplugues de Llobregat